La concejal colorada Carol González volvió a apelar al populismo con un acto dirigido a los niños en el marco de su día, donde, disfrazada como el personaje de “Tía Carol”, buscó sumar simpatías en su campaña por la intendencia de Lambaré. Sin embargo, la imagen colorida contrasta con la pesada mochila política y judicial que arrastra.
González no solo enfrenta cuestionamientos por su falta de preparación para administrar una ciudad devastada, sino que también carga con la sombra de graves acusaciones. Entre ellas, se le señaló por haber facilitado resultados de exámenes a aspirantes a docentes, un hecho que puso en duda su integridad.
A esto se suma la turbulenta salida de su marido, Orlando Arévalo, quien se vio forzado a “renunciar” a su banca en la Cámara de Diputados en medio de presiones y denuncias. El apellido Arévalo, lejos de generar confianza, se ha convertido en sinónimo de escándalo.
En el plano político, la interna colorada en Lambaré está marcada por un enfrentamiento abierto entre Carol y el actual intendente Guido González, también de su mismo partido. Mientras ella intenta instalarse con promesas y espectáculos, Guido busca prolongar su mandato, pese a que su gestión es señalada como responsable del deterioro de la ciudad.
Los analistas coinciden: la figura de “Tía Carol” genera “poca gracia” en la arena política y su capacidad para gobernar una ciudad destruida es altamente cuestionada. Lo paradójico es que, pese a las internas y enfrentamientos, al finalizar la contienda colorada ambos deberán ir de la mano en una sola lista, bajo el estandarte del Partido Colorado.
En Lambaré, donde la ciudadanía reclama soluciones reales a los problemas de infraestructura, deudas y corrupción, la candidatura de Carol González parece más un show de disfraces que un proyecto serio de gestión.